Ante el inminente conflicto final que se avecina, ha llegado la hora de dar el fuerte pregón, de levantar voz en cuello, de ser los atalayas que el Señor espera que seamos. Es tiempo de despertar al rebaño y de mostrar al mundo el rollo de la profecía que rápidamente se esta cumpliendo delante de nosotros. Levantemos la voz y mostremos a los hombres que el Dios eterno vendrá pero sólo a dar el justo pago a cada uno. Mostremos al mundo que aún hay misericordia de nuestro Dios y que se preparen con un corazón contrito de espíritu. Amén
En enero de 1900 e1 mundo disfrutaba de paz y se proyectaba con esperanza hacia el futuro. Pero en la Iglesia Adventista se gestaba una apostasía que resultaría sumamente grave, en la que algunos de los dirigentes más brillantes y admirados de la denominación procurarían sutilmente socavar doctrinas fundamentales de la iglesia. Durante ese proceso tratarían de ganar para su causa a varios de sus elementos más capaces.
Elena de White denominó a este movimiento de apostasía con la primera letra del alfabeto griego, “alfa’.’, y advirtió que sería seguido por una apostasía mayor, a la que llamó “omega”.